Pueden ser tres o quince días a pie lo que lleva cruzar la selva del Darién, un «tapón» natural espeso y peligroso, clavado entre Colombia y Panamá. Andreina tardó ocho. En el camino, le metieron una pistola en la boca, la amenazaron, la manosearon y la intentaron violar. Un tiroteo la salvo. Huyó desnuda.
Hoy, esta venezolana de 36 años es una de esas «caminantes» que sobrevivió para contarlo y parte del contingente de cientos de miles de migrantes que cada año se lanzan a cruzar una de las rutas migratorias más arriesgadas del planeta, en su desesperación por llegar a Estados Unidos.
Entre enero y la primera semana de julio de 2023, un cuarto de millón de personas se aventuraron en el Darién, según la subdirección nacional de Migración de Panamá.
Se lanzaron obligadas a cruzar ríos con caudales apresurados y senderos imposiblemente empinados, a riesgo de caer en abismos o morir ahogadas. O, quizás peor, de caer en manos de bandas criminales que se mueven como depredadores naturales, emboscando, robando y violando.
No hay otra manera que cruzar la selva a pie. Es el paso obligatorio desde América del Sur hacia Centroamérica y de allí a México y luego Estados Unidos.
Con el aumento incesante de caminantes, se escuchan cada vez las denuncias de abuso sexual.
«Estaba con un grupo de 11 personas. Nos asaltaron unos hombres, nos pusieron la pistola en la boca, nos manosearon, nos amenazaron y me intentaron violar. Me zafé, le di un palazo en la rodilla y por eso se inició un tiroteo», le contó Andreina, la venezolana de 36 años, al personal de Médicos Sin Fronteras que la asistió.
«Todos corrimos en diferentes direcciones y ahí me separé de mi familia. Me tuve que tirar al río desnuda para salvarme y tardé ocho días en cruzar la selva. Comí lo que podía: plátano, agua del río, comida dañada que encontraba tirada, lo que otros migrantes me iban dando», relató.
«Estaba desesperada por salir de ese lugar. Esa ruta es horrible, que la cierren ya, la gente no sabe a lo que se está exponiendo».
Andreina, venezolana
«Los migrantes se arriesgan a cruzar el Darién porque actualmente no existe una ruta segura habilitada entre los dos países«, explica a Clarín José Lobo, coordinador de terreno del proyecto de MSF en el Darién panameño.
De acuerdo con datos de MSF, en lo que va de 2023 los casos de violencia sexual contra las mujeres migrantes ha ido en aumento. En todo el 2022 la ONG atendió a 172 víctimas, y en tan solo siete meses de este año ya registran 174, sin mencionar que el subregistro en este tipo de sucesos puede llegar a ser abismal.
»Hay un esfuerzo común con otras organizaciones humanitarias para identificar los casos. Pero, de nuevo, lamentablemente no tenemos la certeza de que todos pasen por nuestra atención», dice Lobo.
Si bien la mayor cantidad de ataques sexuales afecta a mujeres adultas, las menores también son víctimas.
«Sin duda es un flagelo que afecta especialmente a mujeres y niñas. Más del 90% de los casos de violencia sexual recibidos por MSF fueron cometidos contra mujeres adultas. Un 7 % de los casos atendidos de enero a junio correspondieron a menores de 18 años«, dice Lobo.
Y explica que cuando el personal de MSF se enfrenta con estos casos brinda atención en salud física y mental en las Estaciones Temporales de Recepción Migratoria.
En esas estaciones, «recibimos a las mujeres o personas sobrevivientes de violencia sexual y en los casos en los que se requiere se brinda tratamiento para evitar el contagio de VIH o embarazos no deseados«.
-¿Y después qué pasa con ellas?
-Luego de atenderlas apenas salen del Darién, las migrantes siguen su camino en la ruta migratoria. Sin embargo, insistimos en la urgente necesidad de garantizar atención a las sobrevivientes de violencia sexual dentro de las 72 horas posteriores al hecho para evitar contagio de enfermedades de transmisión sexual como VIH, y para ayudar a evitar daños a largo plazo, como embarazos no deseados y afectaciones a la salud mental.
Una marea humana imparable
Los testimonios de sobrevivientes y las advertencias de ONGs como MSF no han logrado poner un freno a la migración masiva por el Darién.
Los números del primer semestre de 2023 cuadruplican los 49.452 del mismo período de 2022.
A lo largo de 5 km de selva, los migrantes se ahogan en los ríos, son asaltados o caen por precipicios. Algunos son secuestrados.
¿De dónde provienen los migrantes?
Vienen de países vecinos, como Venezuela, o más distantes como Chile o Brasil. También de Haití y Ecuador. O de lugares remotos e inimaginables como China, India, Afganistán, Camerún, Somalia y Bangladesh. Pero la mayoría son venezolanos.
Con estos número a la vista, las autoridades han buscado soluciones en la prohibición o la restricción que solo alientan a cruzar ilegalmente un laberinto a veces mortal.
«En líneas generales y por nuestra experiencia en temas de migración, sabemos que la contención física de los migrantes y la represión de flujos migratorios no son instrumentos que acaben conteniéndolos«, explica Lobo.
Y agrega: «Contribuyen a la criminalización de la población en tránsito y a hacer su viaje más peligroso».
Para Lobo, «las trabas administrativas exponen a quienes migran a redes de tráfico que los violan y explotan. Es por ello que MSF pide a los gobiernos de Colombia y Panamá busquen alternativas para garantizar el paso seguro y desplieguen los mecanismos de protección necesarios en su territorio para evitar más muertes y sufrimiento».
-¿Es posible identificar a los grupos criminales locales?
-Lo que los migrantes testifican es que en el lado colombiano les cobran altas sumas de dinero por cruzar la selva y del lado panameño sufren en mayor medida hechos violentos como robos y violencia sexual.
Simone, una migrante trans venezolana, se lanzó a cruzar la selva sin saber lo que le esperaba. «Me hubiera gustado saber que no es tan fácil como la gente dice. Tenés que estar dispuesto a morir o vivir porque es muy difícil», le contó a MSF.
Ahora que sí sabe, explica qué se necesita para atravesar el infierno caminando.
«Lo fundamental es: una mochila no muy pesada, una carpa, comida para los niños y pastillas que potabilicen el agua para que no lleguen acá con diarrea».
Qué hay después del Darién
Los migrantes que sobreviven a la selva, llegan al lado panameño, donde son acogidos en Estaciones Temporales de Recepción Migratoria. Pero ninguno sabe qué le depara el futuro. Todos buscan llegar a Estados Unidos, en una ruta que se eterniza a lo largo de cinco países más: Costa Rica, Nicaragua, Honduras, Guatemala y México.
Necesitarán dólares. Para seguir adelante tendrán que tomar un primer micro que les cuesta US$ 40, pero solo los llevará un poco más alla en territorio panameño, a otra Estación Temporal. De allí deben tomar al menos otros dos autobuses hacia la frontera en Costa Rica. Otros 10 dólares.
Según explican en MSF, de ahí en adelante, los pasajes de colectivo dentro de cada país rondan entre los 40 y 50 dólares. En la Nicaragua de Daniel Ortega es obligatorio tramitar un salvoconducto que vale US$ 150. En Honduras, deben sacar un salvoconducto que es gratis, por lo menos lo era hasta junio de 2023, que permite el tránsito por el país durante 5 días.
Ni Guatemala ni México tienen restricciones de tránsito para los migrantes, pero deben ser muy precavidos porque en ambos países hay alertas por robo, estafa y extorsión.
Al final del recorrido, está el Río Grande. Y más allá Estados Unidos. Cruzar, será otro desafío.